Gracias Padre Orencio:
- Por hacernos sentir importantes ante ti, ante Dios y ante el mundo.
- Por ayudarnos a creer que en Cristo podemos llevar a cabo y cumplir todos nuestros sueños.
- Por cambiar nuestro pésimo ánimo y dejarnos vivir al lado tuyo, encontrando sueños realizados y éxitos logrados; sabiendo que somos tus hijos y tú nuestro Padre.
- Por ir a lo largo del camino junto a nosotros, en los dolores, las pérdidas familiares, las pruebas y las alegrías. Enseñándonos a caminar entre los baches, las espinas y el terreno resbaladizo.
- Por advertir el momento en que podíamos hacer bien las cosas por nosotros mismos, pero nunca nos dejaste solos, sin tu palabra certera, tu regaño a tiempo, tus abrazos, besos y consuelos.
- Por estar siempre ahí, en la parroquia o al otro lado del teléfono, y en el lugar que de ahora en adelante seguirás, ya que te vas de nuestro lado a un país lejano, y donde siempre te encontraremos: en el centro de nuestro corazón, y en donde siempre podremos pedirte un consejo, un abrazo, una mano o una canción.
Padre Orencio: siempre estás y seguirás estando presente en nuestras conversaciones, en los recuerdos dolorosos y cómicos. Tus palabras siempre rondaran nuestra mente y corazón. Gracias por haber sido nuestro padre y pedimos a Dios se cumpla en tu vida el anhelo que siempre expresaste: ¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho? ¡Levantaré la copa de la salvación e invocaré su nombre! Cumpliré mis promesas al Señor en presencia de todo su pueblo. Salmo 114
Muy bonito, hay que reocnocer que ese viejito terco hizo mucho bien!...
ResponderEliminarSi lo llamas hoy antes d epartir, le envias saludos de nuestra parte!
ResponderEliminarAnoche lo hicimos, no solo le dimos saludos de todos acá sino que los delvolvió con gusto. Como siempre insistió en que perseveráramos, que no nos apartáramos, que no dejaramos de animar a la gente y de recibir con cariño y gratitud a los hermanos sacerdotes que vendrán a servirnos.
ResponderEliminarA esta hora está volando a su tierra. Solo puedo decir como el salmista: Los que siembran entre lágrimas cosechan entre cánticos de júvilo. De este dolor deberá brotar en nosotros frutos duraderos para la Gloria de Dios. Su vida se gastó, como las velas en el altar por cada uno de nosotros... ahora nos toca a nosotros, seguirnos gastando para Cristo, con Alma Misionera como la de Orencio.