Quedamos perplejos al ver tantos estudios sobre ella, discusiones sobre la coherencia bíblica en cuanto a su vida o los hechos que se suponen dogma de fe para la Iglesia católica. Yo he quedado devastada, triste, quebrada, porque desde niña he tenido un gran amor hacia María por ser la madre de Jesús, en primer lugar y antes que nada; luego por ser la mujer, la madre, la amiga... Y me he encontrado con que cada quien desde su perspectiva busca ponerla como mejor le parece o como mejor le conviene.
Para mí, particularmente, ella es una mujer de valor, que aceptó pasar por encima de las prerrogativas, de su tiempo y su entorno. No me importa, ni me interesa realmente, si tuvo o no tuvo más hijos (publicaremos luego una catequesis breve, no se escandalicen por favor), no me importa ni me interesa las circunstancias de su "embarazo" sospechoso. Lo que realmente me importa es ver, como personas que no tienen nada que ver con la fe, son capaces de argumentar de forma más cónsona y precisa que cualquier "seguidor de cristo" es decir, cristiano, sobre la vida de esta mujer, normal, corriente, sin aureolas, como cualquiera de nosotros. Que aceptó una "misión" encomendada por Dios a través de "un ángel" por encima del qué dirán.
Que fue fiel y se mantuvo fiel a esa misión y creyó en las promesas que se derivaban de la misma. Que no bajó la cabeza, que en ninguna parte dice que se quebró o se echó al piso durante todo el dolor que padeció al ver a su hijo, al fruto de sus entrañas reventado por "loco", por "profeta", por "blasfemo" y sin embargo, como cualquier madre, se quedó a su lado hasta el final (¿o comienzo?).
Cesar y yo no acostumbramos a postear aquí diagnósticos o argumentos personales (perolata) ya que este espacio es para evangelizar y vivir en comunión como hermanos todos: orando los unos por los otros, compartiendo la palabra de Dios, uniéndonos en las necesidades, en las alegrías y en las tristezas del diario vivir. Sin embargo, en esta ocasión queremos compartirles, sin ánimos de escandalizar o de tocar sensibilidades o tradicionalismos, que la María a la que amamos, respetamos; con la que mantenemos una comunión espiritual en el día a día de nuestras vidas y de la cual, digan lo que digan, hemos recibido gracias, ejemplos y una que otra ayudita con su hijo Jesucristo que es Dios (por ende, ella es Madre de Dios) es aquella joven igual que otra de un pueblo oprimido económicamente, con sueños como cualquier otra y más parecida a nosotros de lo que podemos imaginar.
Esa María que se atrevió a contradecir a las autoridades de su tiempo y a obedecer a la única autoridad que se suponía guardaría su vida: Dios. Esa mujer que se abandonó toda, y se preparó para echar pa' lante, sola si era necesario con la convicción de que "el que la había elegido no la dejaría sola". Esa mujer, que amamantó, regaño, curó heridas, bajó fiebres, se trasnochó, se quemó cocinando, y administró los bienes de la casa como cualquiera de nuestras mamás. Esa mujer que al saber que la familia andaba tratando de loco al hijo, se fue hasta donde el estaba, no para apoyar a los que le decían loco, sino para recordarle que ella lo amaba y creía en el, como cualquier madre, con miedo a que lo apedrearan. Que no se llevó como dicen regaños ni desprecios de su hijo sino alabanzas: "el que hace la voluntad de mi padre", ¿quién mejor que ella sabía de eso? Esa mujer que hasta el final "firme" se mantuvo ante la cruz; obediente en el sepulcro; expectante y agradecida ante la resurrección y la venida del paráclito; maestra y madre de los primeros "locos" imitadores y propagadores de las "loqueras de su hijo". Esa mujer que llegó como todas a anciana, rodeada de "nietos, hijos e hijas" no sanguíneos que la acompañaron al lugar de reposo final. Esa mujer que dejó un perfume casi imperceptible para muchos, porque no andaba pavoneándose y hablando cuando nadie se lo pedía a cuentas de que "era la mamá del maestro".... Esa mujer.... Esa mujer... Miryām Bendita entre todas seas ahora y por siempre, Madre nuestra, Madre del Salvador.
Nos consagramos a ti, María
¡Ave María!
Con el ángel te saludamos: llena de gracia. El Señor está contigo.
Te saludamos con Isabel: ¡bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¡Dichosa tú por haber creído que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor!
Te saludamos con las palabras del Evangelio: ¡Bendita eres porque escuchaste la Palabra de Dios y la pusiste en práctica!
¡Eres llena de gracia!
Te alabamos, hija amada del Padre.
Te bendecimos, Madre de la Palabra divina.
Te suplicamos, morada del Espíritu Santo.
A ti nos dirigimos, Madre y modelo irreprochable de las esperanzas de toda la humanidad.
¡El Señor está contigo!
Tú eres la Virgen de la Anunciación, el “sí” de toda la humanidad al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la Nueva Alianza en el misterio de la Visitación.
Tú eres la Madre de Jesús que nació en Belén, la que le mostró a los humildes pastores y a los Magos del oriente.
Tú eres la Madre que presenta a su Hijo en el templo, lo acompaña a Egipto y lo lleva a Nazaret. Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Caná. Madre doliente del Calvario y Virgen gloriosa de la Resurrección. Tú eres la Madre de los Discípulos de Jesús en la expectativa y alegría de Pentecostés.
Bendita...
Porque creíste en la Palabra del Señor.
Porque pusiste tu esperanza en sus promesas.
Porque fuiste ejemplar en el amor.
Porque estuviste atenta y solidaria hacia tu prima Isabel.
Por tu maternidad amorosa en Belén.
Por tu fortaleza en la persecución.
Por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo.
Por tu vida sencilla en Nazaret.
Por tu intervención e intercesión en Caná.
Por tu presencia materna al pie de la Cruz.
Por tu fe en la expectativa de la Resurrección.
Por tu oración constante con los discípulos en Pentecostés.
Eres bendita por la gloria de tu Asunción a los Cielos.
Por tu intercesión permanente por toda la humanidad.
¡Santa María, Madre de Dios!
Queremos consagrarnos a ti. Porque eres la Madre de Dios y nuestra Madre. Porque tu Hijo Jesús nos entregó a tu cuidado. A ti te consagro la Iglesia entera, con sus pastores y sus fieles. Los obispos, que en imitación del Buen Pastor se ocupan y cuidan del pueblo confiado a ellos. Los sacerdotes, que han sido ungidos por el Espíritu Santo. Religiosos y religiosas, que ofrecen su vida en generoso servicio al Reino de Cristo. Seminaristas (aspirantes, postulantes, novici@s), que han acogido el llamado y la invitación del Señor. Maridos y esposas cristian@s, en la unidad e indisolubilidad de su amor y sus familiares. Laicos (y catequistas), involucrados en el Apostolado. Jóvenes, que anhelan una sociedad nueva. Niños, que merecen un mundo más humano y pacífico. Los enfermos, los pobres, los encarcelados, los perseguidos, los huérfanos, los desesperados y los moribundos. A ti te consagro esta (toda) nación, de la cual tú eres Patrona y Reina. Que los valores del Evangelio resplandezcan en sus instituciones.
¡Ruega por nosotros pecadores!
Madre de la Iglesia, recurrimos a tu protección y nos confiamos a tu inspiración. Pedimos que la Iglesia sea fiel a la pureza de la fe, en la constancia de su esperanza y en el ardor de su caridad, en generosidad apostólica y misionera, en el compromiso a promover la justicia y la paz en toda la humanidad. Te rogamos por la Iglesia entera: para que se mantenga siempre en la perfecta comunión de fe y amor, unida a la Sede de Pedro por firmes lazos de obediencia y caridad. Te suplicamos por el éxito de la Nueva Evangelización, por la fidelidad a la opción preferencial por los pobres y en la formación cristiana de los jóvenes, por un aumento de vocaciones sacerdotales y religiosas, por generosidad en aquellos que se dedican a la misión y a la santidad de las familias.
¡Ahora y a la hora de nuestra muerte!
¡Virgen del Rosario, nuestra Madre! Ruega por nosotros.
Concédenos el don precioso de la paz, de perdonar todo odio y amargura, y de reconciliar a todos nuestros hermanos y hermanas. Que se extienda el diálogo y se arraigue, y comience a vivirse la coexistencia pacífica. Que se abran nuevos caminos de justicia y prosperidad. Te lo pedimos y te invocamos como Reina de la Paz.
¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!
Te confiamos todas las víctimas de injusticia y violencia, todos que han muerte a causa de catástrofes naturales, todos que en el momento de la muerte recurran a ti como Madre y Patrona. Que seas para todos, Puerta del Cielo, vida, dulzura y esperanza, para que junto a ti glorifiquemos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.
Hola Laura,la verdad es la verdad lo que dices,para llorar.Ella murió con humildad y con el dolor que llevó dentro de su corazón.
ResponderEliminarMaria es el mejor regalo de Dios, pues ella nos lleva siempre hacia su hijo: Jesús.
ResponderEliminarBendiciones
muy bellas palabras...
ResponderEliminarUna madre valiente...
ResponderEliminarNos unimos a la consagracion a Maria y desde su pequeñez, abandono , humildad y silencio te dejamos su bendicion de Madre.
ResponderEliminarUnidas en la oracion, Teresa
laura.
ResponderEliminarQue buen punto de apoyo tenemos en Maria, por ella llegamos a Jesús, a Ella te encomiendo con fuerza.
Saludos cariñosos.
Laura
ResponderEliminarHermoso,hermoso articulo muy bueno. Casualmente he estado leyendo la exhortacion Rosarium Virginis Marie, y ella me ha ayudado mucho a entender, la importancia del santo Rosario, y leyendo tu articulo me hizo recordar mucho eso. DIos te Bendiga y espero estemos en contacto....
Hoy os dehjo un regalito en mi blog.
ResponderEliminarCon cariño
Para mi, descubrir a María no ha sido tan fácil...yo siempre pensé en Dios...luego me encontré con Jesucristo...y hace muy poco recibí a María como madre.
ResponderEliminarUna cosa es tener devoción...y otra, verla "hecha carne" en la vida y aprender a amarla.
Eso sí...como madre y esposa...y durante mi noviazgo, su intercesión ha sido esencial para poder ser fiel a mi vocación...y para animarme ante las dificultades, pero es ahora, cuando la siento realmente cercana.
Gracias por el post. Muy profundo e interesante.
Te dejo un regalito en mi blog
ResponderEliminarSaludos
Jorge.
ResponderEliminarte dejo un premio al esfuerzo personal, lo hago aqui ya que a tu pagina no puedo entrar.
Un abrazo
Gran blog el vuestro y profundo post, amigos!! Decía un santo del s. XX que María es un atajo para llegar a Jesús. Personalmente, ante mis preocupaciones, me pongo a rezar el Santo Rosario y en cada Misterio dejo una de mis preocupaciones y me lleno de una gran paz, porque he dejado esas cosas que me inquietaban en sus manos, bajo su manto. La Madre de Dios, que es también Madre nuestra, no me deja nunca, nunca, nunca. Lo tengo comprobado.
ResponderEliminarUn abrazo desde España
Hola laura tal como relatas la presencia de María no ha faltado nunca a la Iglesia.Cuando el Papa Pablo VI quiso que María fuera proclamada Madre de la Iglesia, y así es como, la proclamó el Concilio Vaticano II: Madre de la Santa Iglesia católica.Recibe mis cordiales saludos ¿como estás?
ResponderEliminarLaura
ResponderEliminarHermoso artículo, comparto muchos puntos contigo.
María tuvo un papel muy importante, ella nos ha demostrado la Humildad, la Valentia, la Fortaleza, tantos valores y principios, lo que es ser madre, el amor incondicional de madre.
Es admirable, ella es un ejemplo para nosotras las mujeres.
Siempre me he preguntado que habrá pasado con María después de que Jesús murio...muchos enigmas.
Gracias por este bello mensaje, me ha dado mucha alegria de leerlo.
Que Dios los Bendiga.
Gracias Joana!! Bienvenida a nuestra vida. Bienvenida a nuestro blog.
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